Mis peques han vuelto igual (o más) charlatanes que cuando se fueron y me cuesta horrores mantener su atención. Además, resulta que este año ocupamos una clase de primaria que da a la calle y aunque las ventanas están un pelín altas para ellos, no dudan en subirse a una silla para ver al camión-barredera o al "afilaor"
Hoy, poco después del recreo escuchamos el ruido de un montón de botellas cayendo al contenedor. Allá que dejaron lo que estaban haciendo para escuchar lo que pasaba. Como me pareció interesante los animé a mirar (cosa que hicieron encantados) hasta que alguno dijo sorprendido: "¡Seño, las está tirando en otro contenedor!". Les contesté que tendríamos que avisarle de que se estaba "equivocando" y antes de que me diese tiempo a terminar estaban ellos gritando ¡AHÍ NO, AHÍ NO¡.
El hombre, seguramente un camarero de la zona, tiraba no sé cuántas botellas en el contenedor de "las raspas" (como dice mi Rafa), que es el que tenía más a mano, sin sospechar la que le había caído encima, ya que era imposible ignorar a tanto niño aunque quieras hacerte el sordo.
Acabó marchándose dejando el suelo lleno de cristales y aunque algunos niños aseguran haberle oido decir alguna palabrota, lo cierto es que acabó volviendo con una escoba para recogerlos.
Interesante lección la que han aprendido hoy mis niños ... y el camarero.
Mis peques en una visita a las instalaciones de Sadeco el curso pasado. |