Capítulo 3
Corrió
tan deprisa como pudo hasta llegar al centro de la cueva, junto al
fuego donde estaban todos reunidos y les explicó las dos noticias
que traía:
La
buena: los había encontrado.
La
mala: estaban atrapados y no sabía como sacarlos de allí.
¡Anda,
pero si hay otra mala! : el pozo puede llenarse de agua y entonces...
La
alegría que sintieron todos cuando oyeron a Kali decir que los había
encontrado se volvió desilusión y desesperanza al comprender que
nunca podrían sacarlos a tiempo de aquel agujero.
-Yo
podría sacarlos – dijo Keó.
A
pesar de que habló muy bajito, todos callaron y se volvieron hacia
él.
-Yo
puedo sacarlos – dijo esta vez más alto, - pero necesito ayuda si
tenemos tan poco tiempo -.
-
Claro Keó – dijo Kali, - ¿qué tenemos que hacer? -.
-
Pues, necesitaremos varios palos como éste, fuertes y no demasiado
largos, ah y muchos tallos de lino y cáñamo trenzados para que sean
más resistentes.-
Niños,
ancianos y mujeres colaboraron para conseguir todo lo que había
pedido Keó aunque nadie era capaz de adivinar como esas cosas
podían salvar a los hombres.
Palo
bien atado con un fuerte nudo, un poco de cuerda y otro palo bien
atado, otro poco de cuerda más y otro palo... Y el mismo sistema en
el otro extremo de cada palo. Cuando hubo calculado que había
suficientes recogió todo y pidió a su hermana que lo llevase hasta
el pozo.
Una
pequeña expedición salió al rescate sin saber muy bien como iba a
utilizar Keó su extraño invento. Una inmensa luna se abrió paso
entre las negras nubes lo que permitió que el grupo caminase sin
grandes dificultades y encontrasen el pozo que se había tragado a
los hombres. Nada más llegar Keó buscó un punto donde fijar su
invento. Trabó el primer palo entre unos troncos asegurándose de
que aguantara el peso de un hombre y dejó caer el resto de los palos
anudados con la esperanza de que fuesen suficientes para llegar al
fondo del pozo.
Abajo
esperaban los hombres que no salían de su asombro cuando vieron
aquella extraña cadena de palos. Pero apenas terminaron de seguir
con los ojos el camino hacia arriba comprendieron que solo tendrían
que ir trepando de palo en palo, despacito y con cuidado para salir
de aquella trampa.
Y
así fue como la intrépida Kali y el ingenioso Keó salvaron a todos
los hombres de la tribu y aunque Arita y Gon-Cu siempre habían
querido a sus hijos, ahora, además se sentían muy, muy, pero que
muy orgullosos de ellos.
FIN
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